sábado, 18 de septiembre de 2010

Cara de culpable

Te tenemos calado. Da igual lo que hagas, no importa los recursos que utilices.

Desde el primer momento sabemos lo que acabas de hacer; tácitamente disimulamos y no emitimos comentarios pero, tío, lo llevas escrito en la cara y lo notamos. Algunos, los que tenemos confianza para hablar de estas cosas, lo hemos hablado y cada vez que montas tu tinglado sonreímos cómplices conscientes de saber lo que acabas de hacer.

Silbas, haces ruiditos tales como falsa tos, tocas nerviosamente interruptores innecesarios, compruebas rutinas que sabes de sobra que no hace falta revisar, en tu trayecto haces paradas para saludar o para preguntar chorradas sólo para ganar tiempo; realizas un ritual que únicamente ejecutas justo en los momentos en los que, precisamente y de forma ridícula, tratas de ocultar tu procedencia.

Por cierto, a ver si vas cayendo en la cuenta de que tu interlocutor de saludos o chorradas, ese que utilizas como parte de tu disimulo, conoce perfectamente tu circunstancia.

Porque tu ritual es siempre el mismo, porque tienes cara de culpable, porque lo llevas en la tez, porque tu mirada evita la mirada de los de tu sexo contrario, porque se te escapan los suspiros, porque estás como nervioso, porque te alejas del lugar del crimen a paso ligero, porque siempre lo haces a la misma hora, deja toda tu parafernalia; sabemos de sobra que


VIENES DE CAGAR.

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