jueves, 12 de noviembre de 2009

¿Harto de que te miren raro?

Ayer pude asistir a la presentación de una nueva versión de un determinado software. Ya he asistido a varias sesiones de presentación del mismo paquete informático y todas se parecen.

Las reuniones se celebran en torno a las tres de la tarde, hora que entiendo un tanto molesta porque cae dentro de la franja horaria de la comida. Ésto se hace patente por las caras de aburrimientoy sueño de los asistentes, el olor a eructo digestivo ambiental y por el constante trasiego de chicles mentolados. Os aseguro que es así, la gente acude con las muelas llenas de comida, con el último bocado aún bajando por el esófago.

Al final de estos simposios se reparten unos cuestionarios de opinión donde se reservan unos renglones para dejar constancia de nuestro parecer sobre qué temas o materias desearíamos ver incluidos en futuras presentaciones.

Unos ponen que quieren ver en profundidad determinados módulos del programa, otros que prefieren profundizar en algunas herramientas, etc., y yo en cada evento periódico al que asisto pongo siempre lo mismo: "recepción con catering de pinchos y bebidas variados", y siempre percibo la misma reacción de mis compañeros que es el descojone general, la condescendencia fruto de una supuesta falta de seriedad, incluso hoy uno me dice que "eso no se pone".

Pues nada, en vez de sugerir al proveedor de software -a la que nuestras empresas pagan- que nos subvencione la comida, a seguir pagando la comida de nuestra cuenta, a seguir yendo atrangantados, a seguir disfrutando de la rutiada ajena de chorizón y a perpetuar el sistema disimulativo del chicle porque lo que pienso y opino es tan absurdo, tan fuera de lugar, que cuando lo expreso me miran raro.

martes, 10 de noviembre de 2009

En tolos sitios cuecen fabes

O lo que es lo mismo "en todas partes cuecen habas", dicho con el que nos referimos a un lugar donde observamos un comportamiento repetido y usual.

Tengo una hija de dos meses y como padre primerizo vivo asustado por cualquier atisbo de enfermedad que pueda afectar a Alejandra -así se llama la niña-.

Alejandra tiene una mancha en la lengua. Mi cuñada me dijo que podría ser un hongo o simplemente un tinte debido a la leche que toma como cuando comes regaliz y te queda la lengua negra, en cualquier caso un problema menor, una bobada.

Entro en una farmacia a preguntar y la empleada me dice que me fije si el tinte está sólo en la lengua, en cuyo caso debo despreocuparme, o si el tinte está por toda la boca, donde debo acudir al médico porque parecería un hongo. Pero según me está diciendo ésto de la trastienda aparece su jefe, con rictus y actitud de clásico jefe y sin dudar rompe la palabra de la empleada y la aparta de la escena con el desparpajo de quien acostumbra a que lo escuchen por cojones y me canta que debo acudir al médico (pediatra) de inmediato, que no lo deje pasar porque eso puede generar problemas gástricos. Me puso en lo peor y se lo agradezco mucho ya que soy padre primerizo y vivo con el radar puesto al tope de sensibilidad, fijaos si se lo agradezco que mi próxima cagada líquida verde de sidra y figos pasos se la dedico a este farmacéutico.

Llamo a casa nervioso, comento la jugada y mi novia me dice que me despreocupe porque ha llamado al centro de salud donde trabaja una amiga de la familia y le ha aseverado que a menos que Alejandra tenga la boca teñida entera su mancha en la lengua se debe a su alimentación, el efecto regaliz antes descrito.

Y aquí tenemos de nuevo un ejemplo de cómo se ningunea a alguien con cierto talento, la empleada de la farmacia, cuyo diagnóstico coincide con el de una auténtica pediatra: mientras me tranquiliza con tono normal y acertado es pisoteada por el obeso moral de su jefe que presumo dueño y señor de las vastas extensiones de divisiones de pladur que alcanzan a ver mis ojos dentro de la puta farmacia. Mamón.

Mierda pa las jerarquías.