jueves, 21 de mayo de 2009

Pi

Tal vez por causa de mi próxima paternidad o por la suma de años que vengo acumulando a lo largo de mi vida, en los últimos meses mi visión del mundo y del lugar que ocupa el ser humano en éste se está tornano básica, instintiva, humanitaria y obediente a procesos mentales de ilación desconocida para mí.

Ojalá naciéramos con un claxon en los cojones. Accionado con la mano, deberíamos tener un fuelle en los huevos que, al apretarlo,emitiera el ruido de una bocina de coche.

A modo de reprimenda cuando nos encontráramos caminando por las calles de nuestras ciudades y observáramos a una venerable ancianita sonarse la mocada a pulgar (dedo sobre aleta nasal y ¡zaca! misil fluido pulmonar al suelo) nos llevaríamosla mano a los cojones y le soltaríamos un bocinazo a la vieja.

Si quisiéramos agradecer el resultado de una acción desinteresada de, por ejemplo, un policía antidisturbios uniformado que al observar que nuestro perro faldero maricón perdido ha acabado de cagar en el vial público y nosotros tenemos muchísima prisa, se dispone de inmediato a enfundarse una bolsa en la mano para recoger la liquidísima cagada en nuestro lugar, apretaríamos nuestros forros en serie a toques cortos emitiendo pitidillos de gratitud.

Para advertir al caradura vendedor de la ONCE, que se cree que por ser ciego puede caminar trazando las trayectorias que le da la gana, de que nuestra superior velocidad -lo que nos proporciona automáticamente preferencia, qué coño: inmunidad diplomática- puede suponer un peligro para la integridad físicade ambos, agarraríamos un testículo con cada mano a puñados con todas nuestras fuerzas y apretaríamos hasta que el contenido de los tubos seminíferos nos saliera desbordado entre los dedos soltando una sonorísima pitada acompañada de un buen "¡hijo de la gran putaaaaaaaaaaaaooooonnn...!" al pasar corriendo a su lado, mirando hacia atrás al superar su posición con cara de asco.

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