lunes, 19 de junio de 2006

Homo Laboris

Son las siete menos cuarto de la tarde. Creo que esta debió ser la semana más larga desde que estoy currando aquí. Me estoy acordando de un capítulo de los Simpson que echaron el otro día en el que Bart se olvidó de llevar la autorización por escrito para visitar la fábrica de chocolate y Skinner le asignó la tarea de pegar cientos de sobres con la lengua. El reloj iba muy despacio, y los segundos a veces iban en sentido contrario. Bien. Esa es la sensación que llevo tieniendo toda la semana. Una larga, larguísima semana en la que estoy haciendo un trabajo coñazo, muy coñazo. Un auténtico adoquín. Aún me queda más de un mes para las vacaciones, y sinceramente, no sé si volveré. Apetecerme no me apetece nada. Tengo ganas de escapar a otra parte, al menos el primer año trabajaré medianamente agusto, hasta que le encuentre la monotonía al trabajo. Todos los trabajos tienen su monotonía, no solo los trabajos de cadena de montaje en los que les encuentras la monotonía a los 40 segundos de empezar. Desde el señor de la ferretería que tiene que hacer puntualmente sus pedidos de clavos y bisagras, además de abrir y cerrar todos los días a la misma hora, hasta la estrella del rock que sigue el ciclo grabar disco – ir de gira tocando todos los días las mismas canciones, aunque claro, estos tienen unas compensaciones bastante mejores que el ferretero o el operario de cadena de montaje. Anhelo esa monotonía de tocar todos los días durante meses las mismas canciones, pero claro, conociendo el mundo entero.

Nuestros trabajos tienden a ser monótonos hasta el punto de poder llegar a automatizarlo de tal manera que nos puedan sustituir por una máquina, que no se queja, no se pone enferma, no le hay que pagar seguridad social todos los meses, no tiene hijos ni familia, no protesta por las horas extra gratuitas, no pierde tiempo en ir al baño ni en salir a fumar. Por otra parte las máquinas cada vez son más sofisticadas y permiten desempeñar trabajos cada vez menos monótonos. Lamentablemente estas máquinas no las compraremos nosotros, sino nuestros jefes, para no tener que pagarnos. Sería estupendo tener un robot para que fuera por nosotros a trabajar, mientras nos quedamos viendo el mundial, leyendo una novela, pintando un cuadro o simplemente relajarnos y charlar con unos amiguetes. Mientras tanto esa máquina sufrirá por nosotros. Pero nuestro jefe tendrá mucho más dinero que nosotros, y a pesar de ello querrá tener más y por tanto en lugar de pagarnos para que nuestras máquinas trabajen, comprarán ellos sus máquinas para no tener que pagarnos y deshacerse de nosotros.

(Escrito el viernes, no hoy)