jueves, 28 de junio de 2012

¿Me da igual que silben el himno?

No. No me da igual. Visto lo visto ahora me toca los cojones.

No es que yo sea un patriota incondicional precisamente ni que apoye nuestra "monarquía constitucional". De hecho, el acto político de la Copa del Rey del presente año me ha parecido una comedia de lo más descojonante, "pa mear y no echar gota".

Ayer pudimos ver un acto patriótico españolazo de los de siempre, de los de caspa. En el encuentro de semifinales de la Eurocopa entre Portugal y España miles de hijos de puta españoles silbaron el himno de Portugal y, no contentos sólo con ésto, silbaron también cuando Cristiano Ronaldo leyó unas palabras institucionales contra la discriminación, la xenofobia y el racismo. No tenían suficiente paciencia, estos anormales, para esperar a silbar individualmente al gilipollas de Ronaldo durante las siguientes dos horazas completas de partido -no nos engañemos, de ésto y no de otra cosa se trataba-.

Es por actos como éstos por lo que a los españoles no se nos respeta fuera de nuestras fronteras. El resto del mundo conoce nuestra idiosincracia. Es normal que nos tomen por el pito del sereno si ni siquiera nosotros somos capaces de respetar a los demás en lo básico. En la cabeza de cualquier zoquete cabe la idea de que para ser respetado debes respetar, máxime en lo deportivo. De puertas para adentro uno puede maltratar a su mujer si es lo suficientemente hijo de puta y le apetece; puede también responder a los latigazos de los poderosos tirando con más fuerza del carro mientras silba desquiciado o tararea a pecho descubierto el himno español. De hecho creo que millones de compatriotas míos son capaces de hacer todas esas cosas el mismo día apurando así, con una vuelta de tuerca más, la rosca española.

Expertos en quedar en ridículo y complicados en garrulez, los españoles que silbaban ayer son de idéntica casta a los que silbaron antaño. Todos silbaron y han silbado desde la vena, desde la fibra, que es desde el único sitio desde el que se nos da bien hacer las cosas a los del sur de los Pirineos. En otra cosa distinta como usar el cerebro, sacrificar nuestro tiempo y arrimar el hombro para algo más que no sea el beneficio o placer propios, somos completamente neófitos o retrasados: primeros los que emigran, segundos los que nos quedamos.

Me voy pensando en las imágenes de los actos de la quema de libros en, por ejemplo, la Alemania de 1933. Si finalmente Alemania llegare a la final de esta Eurocopa y si en el fútbol ganara quien fuese capaz de levantar la pira de libros más alta, conociendo al personal patrio como lo conozco, ésta sería mi apuesta para el partido final: Alemania dos España setecientos.

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