martes, 17 de mayo de 2011

Braxil

Pues eso. Empiezas tu locución en castellano normal, con tu acento habitual, y a medida que te acercas al motivo que guían tus palabras algo latinoamericano va creciendo en tu interior, como una necesidad costumbrista de ligarte al mundo caliente, hasta que ya cerca del vocablo la neurona de la vergüenza se relaja y es amordazada a la fuerza por dos neuronas matonas del departamento del Déjese Llevar, incluso creyéndote simpático aun a sabiendas que esa forma de hablar te queda como el culo, y vas y lo sueltas: Braozziiiil.

Ahí, con tu par de cojonacos -la ce es deliberada-, como si fueras de allí. O peor, como si hubieras estado allí. Más lamentable todavía, como si te gustara. ¿Eh? Braozziiiil..., como diciendo samba, calor, cacao maravillao, me gusta lo carioco, como si tuvieras ese punto cachondo sabrosón, como si tu culo sudara a ritmo del titi tú titititú o tu corazón perteneciera al modo de vida ecuatorial, MONGOL.

Lo mismo que cuando escuchas a un gringo decir oléeeei, en alusión al olé español. Lo mismo no, peor, como a un cristo dos pistolas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario