martes, 21 de diciembre de 2010

Tecnócrata

De todos los hijos de puta que pueblan el planeta Tierra hoy he fijado mi mirada en ti, tecnócrata de mierda. En realidad no eres un tecnócrata, pero utilizo este término para enfatizar el asco que me das.

Te las das de listo, piensas que todo lo que tienes te lo has ganado a pulso, gustas de presumir de ser imprescindible en tu empresa y lo justificas en relación a tu elevada preparación. Tu posición es ahora privilegiada respecto de “los otros”, esos que miras desde arriba, y la has alcanzado con mucho sacrificio y tesón, desde cero. Así, tienes al alcance de tu mano unos beneficios que a otros les es vetado porque, según tú, no se han abierto paso en la jungla que con tanto trabajo has atravesado exitosamente superando cada dificultad a tu paso por tus propios medios, Te crees que las cartas de salida en la partida de la vida han sido repartidas equitativamente y a partir de ahí nada tuyo ha dependido de la suerte.

Déjame que te diga una cosa, puto cerdo: estás tarado, tienes una enfermedad mental llamada falta modestia. Por eso ni siquiera te considero humano.

Llevo tiempo fijándome en una de esos, una de “los otros”. Me la cruzo cada mañana en el portal. Es una señora ecuatoriana y limpia todas las zonas comunes del edificio, desde el noveno piso hasta el sótano del garaje, con ocho viviendas en cada planta. Alguna vez, en la que he madrugado mucho, la he oído hacer algún ruido a eso de las seis de la mañana. El portal está impecable, sobra decir que hace su trabajo con diligencia y puntualidad, y no duda en abrirte la puerta –sin ser ese su cometido ni por asomo- Un día, por casualidad, la vi limpiando unas ventanas de una vivienda, lejos de mi portal, a las cuatro de la tarde, lo que me hace suponer que su jornada de trabajo es larga. Incluso la he visto trabajando con su hija pequeña al lado por no disponer de alguien a quien dejar al cuidado de la chiquilla en su ausencia.

Ahora ven tú, mamón. Ven y si tienes huevos dile a la cara a esta señora, para más inri ecuatoriana –ya sabes, panchitos, payoponis, chinchetas, toda esa mierda habitual-, dile en presencia de su hija, cuéntale que en realidad tiene lo que se merece, que no ha sabido jugar bien sus cartas, que tú con el mismo palo te has construido a ti mismo, que así el banco no se ríe de ti a la cara cuando vas a pedir un préstamo, que tú sí que mereces la capacidad de comprar tus gadjets de fin de semana, que te lo has currado y por eso si te entra hambre fuera de casa pides cena a la carta y no miras la factura, que a ti la crisis no te da miedo porque en el mercado no hay muchos como tú.

Por desgracia hay demasiados como tú.

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