martes, 13 de mayo de 2008

Triunfador

Esta mañana, cuando llegué al edificio donde curro, llamé al ascensor como todos los días para subir. No me fijé en el display donde sale la flechina que indica si sube o baja. se abre y el hijoputa en vez de subir, baja. En el sótano dos sube un personaje algo más alto que yo y aproximadamente de mi misma edad, quizás algo mayor. Normalmente la gente de mi edad me parece mayor que yo. Vestía traje azul, corbata y zapatos brillantes con el típico maletín / cartera de piel y una bolsa pequeña de papel, de esas que dan en las perfumerías. Seguro que llevaba documentos importantísimos y vitales para el futuro del universo en la cartera y que había estado repasando concienzudamente la noche anterior para hacer una brillante presentación en la reunión de hoy. Tenía el pelo moreno rizado, algo largo, con la típica gomina o espuma que hacen brillar esos magníficos rizos de triunfador de los que se siente tan orgulloso, unas espantosas gafas ovaladas de pasta marrones, pero no las típicas de gafapastero, sino las suyas, las de triunfador y un perfecto afeitado. Nada más entrar pulsa en el botón del sexto piso y mantiene pulsado también el botón de cerrar las puertas. No puede esperar a que se cierren solas, su puesto le espera, le necesita. Inmediatamente después saca del bolsillo su preciado talismán, ese aparato que marca la diferencia con el resto, su teléfono. Pero no, no es la típica Blackberry que tienen todas las personas con traje que entran en ese edificio y que algún empleado le tiene que configurar, no. Es un resplandeciente iPhone, oscuro objeto del deseo de geeks, maqueros, y pijos por diferentes motivos. Él era de estos últimos. No puede esperar 3 minutos a llegar a su mesa y consultar el correo, no. Tiene que echarle un vistazo en el ascensor, tiene que mostrar su gran polla iPhone comprado seguramente en uno de esos viajes a Nueva York que últimamente hace mucha gente de clase media a comprar cosas que están de chollo por el cambio del dólar. Y que serían un chollo de no ser porque el viaje vale una pasta. Seguramente se lo hackeó algún conocido suyo para que funcionara con su operador, porque él, obviamente, no tiene tiempo para perder en esas cosas de frikis. Únicamente le faltó sacar las llaves de su coche para que supiéramos que tiene un BMW. Quizás no lo hizo porque no tiene el llavero de la marca. Él, que es un chico listo y tiene especial olfato para los negocios y las oportunidades lo compró en una casa de importaciones y no en un concesionario oficial y claro, no le regalaron el llavero de la marca. Quizás no lo sacó porque sólo estaba yo en el ascensor con los auriculares puestos y tengo poca cara de que me impresionen los llaveros de BMW. Sí, es un tío inteligente, se ahorró una pasta trayéndolo de Alemania con pocos kilómetros. Tenía cara de BMW. Un triunfador.

6 comentarios:

  1. Plas, plas, plas, plas, plas, plas, plas...

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  2. No caigo en si le admiras, le envidias o le desprecias. O ninguna de las anteriores es correcta.

    ¿No has pensado que quizá es, simplemente, un niño pijo que ha puesto su propio negocio y se está dedicando a hacer relaciones comerciales entre los enchufes de papá? ... vamos, un comercial autónomo, por muchos aires de "triunfador" que pueda darse.

    Este mundo que mide a las personas por lo que poseen es lo que tiene: se pueden juntar unas cuantas cosas para conseguir dar el pego.

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  3. Desde luego no le admiro y mucho menos le envidio. Creo que la tercera se aproxima más a la realidad. Gente como él es la que provoca que gente como yo sea un pringao. Pero no por comparación, sino por su actitud y sus decisiones.

    No, no es un comercial autónomo, porque a)en ese edificio sólo hay empresas gordas y no va un tío solo a vender nada, van unos cuantos con sus pogüerpoins y demás y b) venía del sótano, donde sólo hay aparcamientos destinados a no sé quien, pero desde luego no a los currantes rasos, al menos los de la empresa donde yo trabajo.

    El término triunfador lo aplico no a la gente que yo considero triunfadora, sino a los que se creen que lo son porque tienen un puesto con un sueldazo que les permite comprarse cosas para intentar marcar la diferencia con el resto.

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  4. Efectivamente, se creen que lo son.

    Mira lo que encontré una vez navegando por estos extraños mares de internet:

    "Tengo un amigo que es Rector de una Universidad. Vive en el delirio de que realmente es inteligente y que tiene mucho prestigio y todas esas cosas. Anda por ahí tieso, con aires de importancia y fuma pipa. El show completo. Vive una realidad completamente delirante. La última vez que estuve en un hospital mental, había un fulano que pensaba que era agente de la CIA. Creía que estaba ahí por los comunistas. La única diferencia entre estas dos personas es que el resto de la gente está más dispuesta a creerle al Rector de la Universidad que al psicótico. El Rector de la Universidad recibe un sueldo por mantener su delirio." (*)

    (*)"De sapos a príncipes" de John Grinder y Richard Bandler.

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  5. Creo que yo he sido durante cuatro años una deshonra para todos aquellos que hacen del traje y la corbata su indicador de status...

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