Selección natural

Hoy me encuentro especialmente dolorido. Me duelen hasta las uñas de los pies. ¿Y por qué? os preguntaréis vosotros, fieles lectores. Muy sencillo. Tras años de apalancamiento físico sublime y progresivo aumento de peso, volumen, atrofia muscular y alopecia, decidí queridos amigos comenzar a realizar una actividad que durante mucho tiempo consideré destinada a los/as modelos de ropa interior: ir al gimnasio. Sí, como lo oís, vuestro querido Doc haciendo forzados movimientos corporales con la intención de que el peso, volumen y atrofia muscular -no así la alopecia- no vayan en aumento.
Como chico precavido que soy googleé y wikipedieé antes de la primera sesión sadomasoquista en busca de no un remedio, sinó una prevención de ese dolor agudo que siento ahora mismo hasta detrás de las orejas: las famosas a la par que temidas y terroríficas agujetas. Bien, es fácil suponer que no encontré lo que buscaba, pero sí encontré cierta información que os vengo a resumir a continuación: Hace un tiempo se creía que las agujetas se formaban por la cristalización de ácido láctico entre las fibras musculares y que el rozamiento con esos cristales producía el dolor. Más tarde algún lumbreras se dio cuenta de que el ácido láctico no cristaliza a la temperatura corporal. De cualquier manera, cualquier mente creativa podría pensar que inyectando via intramuscular cualquier sustancia cristalizada en suspensión a.... digamos tu jefe puede producirle un gran dolor. Bueno, será cuestión de experimentar. A lo que vamos. Parece ser que lo más aceptado actualmente es que las agujetas son roturas de células musculares al realizar un esfuerzo físico. Esta roturas liberan entonces sustancias irritantes que son las que provocan el dolor. De esta manera las células más débiles se rompen y las que sobreviven se fortalecen con el ejercicio físico. Por lo visto esto es beneficioso para el organismo dado que se hace una selección natural en las células, eliminando las que nos sobran.
Siguiendo esta línea parece ser que el consumo excesivo de alcohol destruye un número importante de neuronas y por todas partes oímos el problema que esto supone y lo malo que es el alcohol. Vamos a ver, queridos médicos, científicos y demás gente pensante y estudiosa. ¿Y esto no es también selección natural? Si al bebernos hasta el agua de los floreros eliminamos gran cantidad de neuronas, esto significa que no están preparadas, que son muy débiles, y las restantes saldrán fortalecidas de la batalla y con más experiencia para la siguiente. Claro está que si el siguiente moco lo pillamos al día siguiente, nuestras valerosas neuronas no se habrán repuesto aún de la batalla y es como entrar a saco con la infantería después de un bombardeo, no queda ni el tato. Pero si las dejamos unos días recuperarse, su experiencia ya les dice la que les viene encima al primer trago de vodka y entonces estarán mejor preparadas para la batalla. Por lo tanto apreciados amigos, no es tan malo chumar como cosacos, sino al contrario, nuestras células cerebrales salen ganando, se quitan de encima las más débiles para así tener más margen de maniobra a la hora de procesar nuestros profundos pensamientos. Además, dado el esfuerzo al que se someten en pleno ciego, se verán mucho más ágiles.
Por todo esto, el escándalo que se viene montando con esto de que la juventud bebe se debe ni más ni menos que a que las autoridades sanitarias (y no tan sanitarias) temen que a pesar de nuestro lamentable sistema educativo en el que hay que estudiar religión católica apostólica y romana por cojones, sigamos desarrollando nuestra inteligencia a calimochazo limpio. ¡No nos creemos vuestras patrañas! ¡Los borrachos de hoy serán los gobernantes, científicos y artistas de mañana!